MEMORIA MISIÓN BOCAS DEL TORO
del 7 al 12 de abril de 2016
Era la mañana de un caluroso día, jueves 7 de abril, cuando el primero de los dos aviones aterrizaba en el pequeño aeropuerto de Bocas del Toro. Bajaron los primeros misioneros del Camino Neocatecumenal, un nuevo carisma de la Iglesia Católica surgido a raíz del Concilio Vaticano II en el cual se descubre la riqueza de la gracia bautismal en una fe vivida en pequeñas comunidades.
Niños, jóvenes, mayores, encabezados por el equipo responsable del Camino en Panamá, el matrimonio Javier y Sandra (español e italiana respectivamente), junto con el Padre Miguel de España y el seminarista Murilo de Brasil, fueron acogidos por el Padre José, párroco de la parroquia Nuestra Señora del Carmen. En la tarde del mismo día llegó el segundo avión y el grupo se completó: 32 adultos y 16 niños.
El viernes en la mañana los hermanos fueron a rezar a la Virgen en la gruta, encomendándole la misión, y Monseñor Aníbal, el Obispo de esta Prelatura Territorial, presidió la Eucaristía de envío en la parroquia junto con el párroco en la tarde.
La misión de estos hermanos, venidos de diferentes parroquias de la ciudad de Panamá, fue la de salir todos juntos por las calles de la isla, precedidos por la cruz y la imagen de la Virgen (clásico icono del Camino), cantando y danzando, para manifestar a las personas la alegría de la Pascua, el amor de Jesucristo muerto y resucitado, como los primeros cristianos. En el recorrer las calles, los hermanos repartían las invitaciones para las catequesis que empezaron el día 12 en la parroquia: era impresionante ver la alegría de los niños que no dejaban de entregar los folletos a todos los que se les presentaban. Los hermanos, junto con la invitación, anunciaban el kerygma, la buena noticia, el amor de Dios para todos los hombres, contando su experiencia concreta.
Se visitaron muchos lugares de la isla en el arco de los cinco días, tanto en la mañana como en la tarde: durante el recorrido se hacían paradas, en particular en los parques, y algunos hermanos daban su testimonio, contando cómo se habían encontrado con Dios en sus vidas.
Después de estos días muy intensos y de gran comunión y unidad, los hermanos volvieron a sus respectivas vidas cotidianas en la ciudad, quedándose solamente el equipo que llevarán adelantes las catequesis: un matrimonio, un presbítero y dos seminaristas.